Serie del comisario Schiavone / Antonio Manzini
Tiene mucho de retador la serie del comisario Schiavone, un desafío al orden y a sus fuerzas, que para el escritor Antonio Manzini no esconden sino injusticia y corrupción; o corruptelas, siendo benevolente. Rocco Schiavone mantiene un duelo desigual con el sistema, frente al que opone un particular sentido justiciero, con ambos pies en la zona gris que separa lo legal de lo ilegal; una franja umbrosa en la que a menudo los fines justifican los medios.
Pocos personajes deben haberse dado en la novela negra más bordes que Rocco Schiavone. Su creador, Antonio Manzini, no solo ha parido un personaje malhumorado, protestón (su lista de graduación de “tocadas de cojones” no para de crecer), hiriente, maleducado sino que no tiene traza alguna de buscar la complacencia del lector. Y precisamente porque el subjefe de la Policía de Aosta no se oculta y se comporta siempre con tanta evidencia como el olor a porros de su despacho, resulta atractivo e incluso se deja querer.
Schiavone arrastra una historia familiar de dificultades económicas en un barrio humilde de Roma, un pasado de pandilla delincuencial a la que profesa devoción y fidelidad, un respeto por el ratero o el ladrón de poca monta directamente proporcional al asco por el crimen organizado, oficial o mafioso.
Pero tras su carácter avinagrado se esconde una vida de tragedias personales que Manzini va exponiendo a lo largo de la serie de las cinco historias que preceden a su más reciente lanzamiento: «Polvo y sombra».

Los relatos de Schiavone comienzan con el destierro a un valle Alpino del policía romano por un oscuro asunto que termina por agotar la paciencia de unos jefes que soportan a Schiavone por una eficacia en la resolución del delito fuera de toda duda. Se presenta en “Pista negra” el bosquejo del persona, con su tendencia a derrochar vitriolo, su vestimenta tan ajena a la montaña ( sucesivos pares de zapatos Clark’s destrozado por la nieve, su inevitable Loden), y su costumbre de clasificar a las personas según rasgos y comportamientos que los asemejan a animales) y en “7 / 07 /2007”, la quinta historia, cierra un proceso en el que concluye el perfil de Schiavone a la búsqueda de sí mismo, de su redención, del equilibrio para su espíritu sin tratar de huir de un pasado que, por otra parte, no dejará de perseguirlo. Pese al dolor de sus ataduras romanas, ni quiere el destierro ni lo considera una oportunidad. Lo suyo es regresar.
Se lo comparado con Montalbano como referencia. Si bien en un inicio pueden observarse ciertas herencias de carácter, Manzini ha creado un personaje más oscuro y menos vitalista que Camilleri, de cuyo magisterio ha aprendido, y con altísima nota, el dificilísimo arte de cuadrar los diálogos.
El zapeo puede ser un saludable ejercicio de descubrimiento antes que un vicio o un síntoma de aburrimiento mortal ante la tele. En una de las sesiones descubrí que existe una serie basada en el personaje y los relatos de Manzini: «Rocco». No la he visto, por el momento. Sí aprovecho para rescatar este texto sobre uno de los detectives mejor trazados y más interesantes con los que me he topado en los últimos años. Desde que fue escrita la reseña, hace dos veranos, las librerías cuentan con un un nuevo Shiavone: «El anillo perdido», un libro con cinco relatos.