Y matar sólo si es necesario

Serie de Tom Ripley / Patricia Highsmith 2

Tom Ripley es un tipo educado, respetuoso, un admirable buen vecino, discreto y colaborador: detesta matar; sólo mata si resulta estrictamente necesario.

El envés de esa hoja movida por el viento de la maldad es la mentira y la capacidad de manipulación. También lo adorna la envida. Nacido humilde, criado por una tía rácana, en el camino de Tom se cruza un acaudalado naviero con un hijo tarambana cuya suerte en la vida despecha Ripley, quien ambiciona primero su íntima amistad -con ambiguas aspiraciones- y luego su fortuna. Dickie Greanleaf es todo lo que Tom ambiciona y a ser Dickie, no sólo un sosias sino Dickie mismo, consagra Ripley por completo su talento para el mal.

Patricia Highsmith despliega el Tom Ripley toda su capacidad para escribir sobre las umbrías del alma humana con un personaje que compendia la renuencia de la hipermodernidad a asumir culpa alguna y su renuncia, por tanto, a la redención. Tom Ripley es todo un tratado de autojustificación, autonomía moral y narcisismo en un envoltorio de sofisticación y cultivo intelectual que en muchas ocasiones alcanza lo cursi. El mal en Ripley sólo es banal en apariencia.

Además, es un tipo suertudo. En las cinco novelas que Highsmith dedica a Tom Ripley, el personaje se mueve en precarios equilibrios. Siempre sale bien librado de la caída por una confluencia de habilidad y fortuna.

La serie comienza con la notable «El Talento de Mister Ripley», bien conocida porque ha sido llevada al cine en dos ocasiones. La primera de ellas, en la sobresaliente «A pleno sol» (1960) y la segunda, la no menos destacable «El talento de Míster Ripley» (1999) versión esta con menos licencias respecto al libro que la versión anterior. Suponen en todo caso sendos ejemplos de películas a la altura (de por sí elevada) de la obra literaria.

En «Las máscaras de Ripley», el talento del personaje para el engaño alcanza su cumbre y su riesgo en el cotexto del mercado del arte. Las maldades de Tom en estas dos novelas irán hilando los otros tres relatos (de nuevo, el pasado que siempre vuelve): «El amigo americano», «Tras los pasos de Ripley» (probablemente la más turbadora de las cinco a la altura tal vez de la inicial) y «Ripley en peligro», en la que la autora deja abierto a la imaginación del lector el futuro del personaje.

Los relatos ocupan varias décadas, de los años 50 a los 80. Ripley, sin embargo, permanece inalterado en su ánimo y en sus ademanes. No se echa en falta tampoco la evolución del personaje. Ni siquiera pareciera que -salvo por mínimos detalles- evolucionan paisaje y paisanaje: en cierta medida, la escritora nos presenta un adelantado a épocas posteriores, confirmando así la capacidad de la literatura para pulsar los signos de los tiempos. En la mitad de esos años, el 68 rompe los relatos sólidos, acaba con las heteronomías morales, disuelve los pegamentos comunitarios y empuja a sociedades que son una agregación de yoes. Para entonces, Ripley ya estaba ahí.